
Crastina die

Crastina die
Meditación sobre la Natividad de Nuestro Señor
Crastina die delebitur iniquitas terrae
et regnabit super nos Salvator mundi.
Desde hace más de dos mil años el mundo ha celebrado el Nacimiento de Jesucristo, marcando el tiempo con un antes y un después que coloca al Hijo de Dios como Señor de la Historia. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, encarnada en el más puro vientre de la Virgen María, sale a la luz – La misma Luz – para reparar la culpa de Adán, y redimir a la humanidad, esclavizada por Satanás con la rebelión contra el Creador en el jardín del Edén.
El Verbo eterno del Padre se humilla en la criatura, asumiendo nuestra naturaleza humana, para que como nuevo Adán pueda sacrificarse en nombre de los hombres, y como Dios pueda hacer infinito el sacrificio ofrecido a la divina Majestad. Contemplamos el Misterio de la Redención desplegándose en el tiempo, un tiempo a partir del cual la humanidad se divide en dos facciones: los que han acogido la Luz que ha venido al mundo y los que no la han acogido. Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt.
Crudelis Herodes, Deum Regem venire quid times? ¿Por qué tienes miedo, cruel Herodes, de la venida del Rey? Podríamos hacer esta pregunta a los poderosos de la tierra: la élite financiera, el estado profundo, el Fondo Monetario Internacional, la OMS, los políticos que cancelan la Navidad y prohíben el pesebre. ¿A qué le temen? No eripit mortalia, qui regna dat caelestia: El que da el reino de los cielos como recompensa no usurpa los dominios terrenales, sino que los estabiliza, les asegura prosperidad, armonía y paz. ¿Por qué temes a ese santo Niño a quien adoran los ángeles y ante quien incluso los demonios se postran temblando?
Le tenéis miedo, infelices, porque sabéis que con su santísimo nacimiento vuestro poder queda definitivamente comprometido, vuestro dominio sobre el mundo se agota, pronto se borrará la iniquidad de la que os alimentáis para esclavizar a la humanidad. Es de la Luz de lo que tenéis miedo: fugite, partes adversae! Porque el León de la tribu de Judá, el Brote de David, el Consejero Admirable, el Dios Fuerte, el Padre Eterno, el Príncipe de Paz… ha ganado.
“Oramos por la humanidad, atada y encadenada en las cadenas del error, el odio y la discordia, casi en una prisión que ella misma construyó, repitiendo la invocación de la Iglesia en el Santo Adviento: O clavis David et sceptrum domus Israël; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris et umbra mortis! ¡Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, lo que tú abres nadie lo cierra, lo que cierras nadie lo abre: ven y saca de la cárcel al preso que está sentado en tinieblas y en sombra de muerte! Estas palabras de la Sagrada Escritura aún resuenan hoy con su fuerza perenne. Aún hoy, como entonces, somos prisioneros de las tinieblas, pero dentro de esas tinieblas ponemos toda nuestra esperanza en el Santo Niño de Belén, en su Divina Madre y en San José, cabeza de la Sagrada Familia, pidiéndoles la fuerza para ser una verdadera acies ordinata que lucha cor unum et anima una por amor a la Iglesia y a la civilización cristiana ”(Pío XII, Navidad de 1943).
Mañana celebramos el nacimiento del Rey de reyes y la derrota del tirano infernal. Quitémonos, pues, el yugo maldito del pecado y reconciliémonos con el Señor en el sacramento de la Confesión: hagamos santos propósitos para el próximo año y liberémonos de todo afecto por lo que ofende a Dios. Acerquémonos a la Sagrada Comunión para ofrecer al Rey Niño, presente en el Santísimo Sacramento, nuestro corazón como lecho digno en el que verdaderamente pueda reinar sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre la Santa Iglesia, sobre las naciones que hoy lo niegan y lo ofenden. Adventiat regnum tuum: venga tu reino, Señor; reino de verdad y vida, reino de santidad y gracia, reino de justicia, amor y paz.
Este es mi más sincero deseo. A todos vosotros del “pequeño remanente” de Adoración y Liberación, a Vicente y sus colaboradores, a sus familias y en especial a todos los niños, envío mi Bendición de todo corazón.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
24 de diciembre de 2020
Nochebuena