La cesión de soberanía a la OMS
Declaración
sobre la cesión de soberanía a la OMS
para la gestión de emergencias sanitarias
En los próximos días los Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud votarán las resoluciones respecto a la gestión de las pandemias por parte de la OMS, con las que las soberanía referida a la salud de los ciudadanos es cedida a un organismo supranacional, financiado en gran parte por la industria farmacéutica y por la Fundación Bill & Melinda Gates. Si estas resoluciones se aprueban por mayoría, la OMS tendrá autoridad exclusiva para imponer todas las normas en caso de pandemia, incluidas las cuarentenas, los confinamientos, las vacunaciones obligatorias y los pasaportes de vacunación. También hay que tener presente que esta organización goza de inmunidad y sus miembros no pueden ser juzgados ni condenados por delitos. Los tecnócratas no elegidos tendrán, paradójicamente, más poder que el que los ciudadanos otorgan a sus representantes mediante el voto democrático.
Teniendo en cuenta que la cesión de soberanía constituye el delito de alta traición en todas las legislaciones nacionales, y que los Parlamentos no pueden legislar en contra de los intereses de la nación, y mucho menos conculcar las libertades naturales y los derechos fundamentales de sus ciudadanos, creo que no se le escapa a nadie que este intento de la OMS de apropiarse de un poder que pertenece a los Estados individuales sirve para evitar cualquier forma de oposición a la Agenda 2030, que en el ámbito de la salud también apunta básicamente a la reducción drástica de los servicios médicos y hospitalarios, la privatización de los sistemas de salud y la prevención de enfermedades a través de las vacunas.
La psico-pandemia ha demostrado el servilismo de gobernantes, políticos, medios de comunicación, magistrados, toda la clase médica y la misma Santa Sede a los dictados de un grupo de funcionarios de un organismo supranacional en flagrante conflicto de intereses. Sólo ahora se está reconociendo los desastrosos efectos adversos del suero experimental de ARNm, mientras que en muchos sectores hay quienes exigen, con justa razón, que los responsables de estas decisiones rindan cuentas ante un tribunal independiente.
Por lo tanto, suena un poco absurdo que quieran precisamente ahora dar a la OMS poderes de decisión vinculantes, cuando en la gestión de la reciente emergencia pandémica y de la campaña de vacunación masiva tuvieron los mayores efectos adversos en términos de daños permanentes en pacientes y muertes. A la impunidad de los crímenes cometidos, acompañada por el silencio de los grandes medios de comunicación, se agrega la total discrecionalidad sobre las próximas emergencias, ampliamente programadas por el lobby farmacéutico. La marginación de los trabajadores sanitarios que invocan el juramento hipocrático corre el riesgo de convertirse en la norma para eliminar todas las voces disidentes.
En este sentido, es significativo que las naciones que se oponen al Nuevo Orden Mundial -como Rusia y Brasil- sean conscientes de las gravísimas consecuencias que conllevará la posible ratificación de las resoluciones y, por tanto, se opongan a su aprobación. Incluso el presidente Trump, durante su mandato, quiso enviar una señal inequívoca cortando los fondos del Tesoro estadounidense a los burócratas de la OMS: por eso también el Estado profundo impidió su reelección en las últimas elecciones presidenciales, apoyando a un personaje comprometido y corrupto, cuyo hijo Hunter está implicado en la financiación de los laboratorios biológicos estadounidenses en Ucrania.
Es por ello que expreso todo mi apoyo a los ciudadanos, y especialmente a los científicos, médicos y juristas que denuncian esta amenaza a la soberanía nacional de los países adheridos, y que piden que se arroje luz sobre los acontecimientos pasados y sobre las consecuencias que las decisiones de la OMS han provocado en la salud de la población mundial. Insto a los jefes de Estado y de Gobierno, que serán llamados a votar la ratificación de estas resoluciones, a que las rechacen por ser contrarias al bien común y por estar dirigidas a llevar a cabo ese golpe de Estado global que la ONU y el FEM llevan años planificando bajo el nombre de Agenda 2030 o de Great Reset [Gran Reinicio]. La gobernanza sanitaria mundial, tal y como ha sido puesta en evidencia por expertos autorizados que no están comprometidos con el sistema, es uno de los pilares fundamentales del NOM, y como tal debe ser rechazado y combatido. La lógica del control, del beneficio y de la patologización masiva debe ser sustituida por un sistema sanitario público que tenga como finalidad principal la salud de los ciudadanos y la protección de sus derechos inalienables.
La Santa Sede -que es Observador Permanente en las Naciones Unidas y desde hace un año también en la OMS- tiene el deber de reafirmar el derecho de las personas a la libertad de aceptar o rechazar tratamientos sanitarios, sobre todo ante el peligro real de los efectos adversos -en parte aún desconocidos- de esta terapia génica experimental. Y si hasta ahora Bergoglio y su kabala han secundado los delirios de Gates, Schwab y Soros, ha llegado el momento que la Iglesia católica defienda a los más débiles, a los indefensos no nacidos, a los niños y a los ancianos, así como a los que han sido chantajeados por el cinismo de empresarios y conspiradores para inocularse un suero contaminado por líneas celulares fetales abortivas. Los silencios de carácter mafioso del Vaticano, después de los pronunciamientos apresurados al comienzo de la pandemia y los apoyos vergonzosos a la BigPharma, se imputarán al Sanedrín romano, que se ha hecho cómplice de un crimen contra Dios y contra el hombre. Nunca en el curso de la Historia la Jerarquía había llegado a prostituirse con el poder temporal en forma tan servil y abyecta. Recemos para que algún obispo encuentre el valor de distanciarse de la línea colaboracionista de Bergoglio y sea capaz de encontrar las palabras para abrir los ojos de los buenos hasta ahora engañados por la propaganda globalista.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
21 de mayo de 2022
Traducción al español por José Arturo Quarracino