Declaración de 9 de Noviembre de 2023

Mons. Carlo Maria Viganò

Fiesta de San Carlos Borromeo

4 Noviembre de 2023

Hæc est autem scriptura, quæ digesta est:
Mane, Thecel, Phares

[He aquí la escritura trazada:
Mené, Teqel, Fares]

Dan 5, 25

Cuando la última declaración de Jorge Mario Bergoglio aún no ha terminado de escandalizar a los fieles y de provocar división entre los pastores, se agrega a ella una nueva, del mismo signo, que abre otra herida en el torturado cuerpo de la Iglesia.

Han sido publicadas recientemente, con fecha 31 de octubre de 2023, las Respuestas a algunas preguntas de S. E. Monseñor José Negri, obispo de Santo Amaro en Brasil, sobre la participación en el sacramento del bautismo y del matrimonio por parte de personas transexuales y homoafectivas (aquí). Más allá de la hipócrita definición de “personas homoafectivas” – como si se pudiera separar la identidad homosexual del ejercicio intrínsecamente pecaminoso de la sexualidad antinatural que la define – este documento representa un nuevo alejamiento de la doctrina católica, no sólo por las preguntas que acepta responder, no tanto por las respuestas que formula, sino también y sobre todo por los efectos que su interpretación mediática tendrá sobre los fieles; una interpretación que coincide significativamente con el llamado método inductivo teorizado por el propio Bergoglio en otro documento sobre el estudio de la Sagrada Teología (aquí). Según esta teoría -condenada por Pío XII- es necesario “partir de los diferentes contextos y de las situaciones concretas en las que se encuentran las personas, dejándose interpelar seriamente por la realidad, para llegar a ser discernidores de los signos de los tiempos”. No es casualidad que todos los medios de comunicación, con fecha de ayer, titularan “El Vaticano se abre a los trans y gays”, “Sí a los divorciados como padrinos”, “Las personas trans podrán ser bautizadas, un punto de inflexión del Vaticano”.

El documento del Dicasterio que preside Tucho Fernández –autor de Amoris lætitia y de Sáname con tu boca, el arte de besar (sic)– no está obviamente movido por un celo pastoral por las almas de quienes viven en estado habitual y público de pecado mortal para que se arrepientan y se conviertan, sino del deseo de normalizar sus comportamientos, eliminando la sodomía de los pecados que claman venganza ante la presencia de Dios, o dejando a la teoría su condena y admitiendo efectivamente a quienes la practican no sólo a los Sacramentos, sino también a aquellas funciones -como la de padrino en el Bautismo y la Confirmación o la de testigo en una boda- de las que la Iglesia siempre ha excluido a quienes con su propia conducta de vida contradicen públicamente las enseñanzas de Nuestro Señor. Una función que, en el rol de padrino, resulta especialmente eminente. Por lo tanto, excluimos cualquier posible excusa, basada en una supuesta mala interpretación de las palabras de Bergoglio, también porque el precedente del “¿Quién soy yo para juzgar?”, que le valió la portada de la revista LGBTQ The Advocate, ya se había demostrado desastroso en sus efectos. Efectos deseados entonces, reiterados con las repetidas declaraciones y entrevistas, confirmados con el último documento vaticano.

Abrir un poco más las puertas” es, en efecto, la estrategia de Bergoglio. Se equivocan o tienen mala fe quienes afirman que estas declaraciones inauditas son fruto de la improvisación y no tienen repercusión en el cuerpo eclesial. Parten de lejos -en este caso del 7 de diciembre de 2014- y demuestran una planificación metódica, una intención maliciosa y una obstinada voluntad de dañar a las almas, desacreditar a la Iglesia y ofender la Majestad de Dios.

El ataque a la familia tradicional y el apoyo abierto a las uniones y a los comportamientos pecaminosos de concubinos, adúlteros, homosexuales y transgénero parten del Sínodo sobre la Familia, ensayo general del actual Sínodo sobre la Sinodalidad. Fue en concomitancia con ese encuentro, Bergoglio quiso conceder una entrevista al diario argentino La Nación, anticipando los movimientos que hoy le vemos llevar a cabo y que ninguno de los Dubia cardenalicios logró impedir.

Y en el caso de los divorciados y vueltos a casar, nos planteamos: ¿qué hacemos con ellos, qué puerta se les puede abrir? Y fue una inquietud pastoral: ¿entonces le van a dar la Comunión? No es una solución si les van a dar la Comunión. Eso sólo no es la solución: la solución es la integración. No están excomulgados, es verdad. Pero no pueden ser padrinos de bautismo, no pueden leer la lectura en la misa, no pueden dar la comunión, no pueden enseñar catequesis, no pueden como siete cosas, tengo la lista ahí. ¡Pará! ¡Si yo cuento esto parecerían excomulgados de facto! Entonces, abrir las puertas un poco más. ¿Por qué no pueden ser padrinos? ‘No, fijate, qué testimonio le van a dar al ahijado’. Testimonio de un hombre y una mujer que le digan: ‘Mirá querido, yo me equivoqué, yo patiné en este punto, pero creo que el Señor me quiere, quiero seguir a Dios, el pecado no me venció a mí, sino que yo sigo adelante’. ¿Más testimonio cristiano que ése? ¿O si viene uno de estos estafadores políticos que tenemos, corruptos, a hacer de padrino y está bien casado por la Iglesia, usted lo acepta? ¿Y qué testimonio le va a dar al ahijado? ¿Testimonio de corrupción? O sea que tenemos que volver a cambiar un poco las cosas, en las pautas valorativas” (aquí).

En estas palabras, tan fastidiosas en la forma como engañosas en esencia, esta contenido el proyecto subversivo de Bergoglio, que encuentra confirmación precisa en el último documento del Dicasterio vaticano que ha sustituido en el nombre y en las funciones a la ya comprometida Congregación para la Doctrina de la Fe; a cuya cabeza ha sido nombrado un individuo que no oculta su total y absoluta identidad de puntos de vista con el jesuita argentino, especialmente en el tema de la sodomía.

El engaño de los argumentos delata la absoluta irreconciliabilidad entre lo que enseña el Magisterio católico y lo que Bergoglio quiere lograr, en ejecución de las órdenes que le impartieron quienes lo hicieron elegir. No olvidemos que entre los resultados a conseguir con la destitución de Benedicto XVI y la promoción de una “primavera de la Iglesia”, los correos electrónicos de John Podesta enumeraban precisamente una modificación de la Moral con la introducción de la “igualdad de género”, eufemismo hipócrita detrás del cual la Agenda 2030 esconde la normalización del transexualismo, de la sodomía y de la pedofilia, además de la destrucción mediante el divorcio de la familia natural compuesta por un hombre y una mujer.

Esto bastaría, a los ojos de una persona honesta y recta, para evitar con el mayor cuidado cualquier mínima variación -aunque solamente disciplinaria- sobre estos temas que deberían ver a la Iglesia católica y al mundo globalista en posiciones diametralmente opuestas e irreconciliables. Por lo tanto, si un “Papa” -expresión del progresismo más exasperado y apreciado como tal por los enemigos históricos de la Iglesia- decide abrir la ventana de Overton sobre la condena de la sodomía, del concubinato y del transexualismo, lo hace no sólo justamente, sino con el único propósito de contradecir abiertamente el Magisterio y subvertir la misión de la Jerarquía en su esencia.

Este “abrir un poco más las puertas”, porque según Bergoglio “la solución es la integración” es una declaración de intenciones de hace nueve años que hoy encuentra puntual realización, en el silencio atónito del Sacro Colegio y de los Obispos, incluso con su sustancial aprobación. Porque es fácil complacer a los poderosos de la tierra, a quienes manipulan a los gobiernos e incluso a los líderes de la Jerarquía para obtener sus propósitos criminales. Mucho menos fácil es afrontar con Fe y valentía el bonum certamen que la Iglesia combate desde siempre contra el Príncipe de este mundo, para afirmar con orgullo el Evangelio de Cristo y afrontar el martirio para defender lo que Él ordenó a sus Pastores que enseñaran fielmente.

Un análisis serio del documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe no puede ni debe limitarse a la refutación de cada una de las proposiciones heréticas, porque terminaría apoyando el método tortuoso con el que fueron concebidas y redactadas: al contrario , es necesario considerar los efectos inmediatos y a largo plazo, teniendo en cuenta cómo se posicionan las Respuestas en relación con otras declaraciones anteriores y sobre todo con la mens que las orienta hacia una dirección única, muy clara e inequívoca. La afirmación de Bergoglio en la entrevista con Elisabetta Piqué –“La solución es la integración”- es reveladora de esta mens maliciosa y subversiva, que hace a su autor no sólo gravemente responsable ante Dios de las ofensas y pecados que provocará y de la condenación eterna a que condenará a quienes los cometan, sino que muestra también la indignidad y la hostilidad del jesuita argentino para ejercer la función de Romano Pontífice y Pastor universal de la Grey del Señor.

Inimicus Ecclesiæ, dije en mi intervención sobre el consentimiento viciado (aquí). Un enemigo que actúa con coherencia y premeditación haciendo exactamente lo contrario de lo que se espera del Vicario de Cristo y Sucesor del Príncipe de los Apóstoles.

Debemos afrontar una realidad dolorosa y terrible: Bergoglio se presenta como hostil a los católicos fieles al Magisterio -a los que ridiculiza, condena y margina- y cómplice de quienes contradicen abiertamente lo que la Iglesia enseña inmutablemente desde hace dos mil años. No sólo eso: quiere llevar a los buenos católicos -y con ellos a los pocos obispos y sacerdotes que todavía profesan la fe en su integridad- a separarse de la secta que ha infiltrado e invadido la Iglesia, provocándolos con una arrogancia descarada para que se sientan escandalizados y ofendidos. La inclusividad que inspira a Bergoglio en su obra de demolición es exactamente lo contrario de lo que nos enseñó Nuestro Señor, quien en la parábola del banquete de bodas (Mt 22, 1-14) no deja dudas sobre la necesidad de vestir el manto de la Gracia para ser admitidos. En ese pasaje evangélico el señor que encuentra a un invitado mal vestido hace que sus sirvientes lo aten y lo arrojen a las tinieblas exteriores, donde hay llanto y crujir de dientes (ibid., 13). Las palabras del Salvador “Seréis mis amigos si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15, 14) o “No entrará en el Reino de los Cielos el que dice ‘Señor, Señor’, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7, 21) no dan lugar a malentendidos, y el hecho de que un “Papa” se atreva a contradecirlos es de una gravedad sin precedentes que no puede tolerarse de ningún modo, por el bien de las almas y por la ofensa a Dios. Hoy nos encontramos ante la paradoja de un autoproclamado “patrón” de la Iglesia -porque Bergoglio actúa como tal- que ahuyenta del banquete a los que visten el traje nupcial y admite a los demás indiscriminadamente. Pero si la “iglesia” de Bergoglio no quiere a los católicos, ¿cómo puede llamarse “católica”? Si quien ejerce su autoridad como “Papa” lo hace contra la autoridad de Cristo, ¿cómo puede ser considerado su vicario?

En la National Gallery de Londres se conserva un espléndido cuadro de Rembrandt, realizado en 1636: El festín de Baltasar, que retoma el relato del profeta Daniel (Dan 5). El rey babilónico Baltasar, en pleno asedio por el rey de Persia, Ciro el Grande, había organizado un suntuoso banquete en la corte, utilizando para las libaciones los vasos sagrados del Templo robados como botín por Nabucodonosor. En esa ocasión, delante de todos los invitados y dignatarios, apareció una mano que escribió en la pared del salón real unas palabras incomprensibles, delante del candelero (Dan 5, 5). Fue Daniel quien interpretó aquellas oscuras palabras, Mené, Teqel, Fares (Dan 5, 25):

Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin.
Teqel: Te pesaron en la balanza y te han encontrado falto de peso.
Fares: Tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y a los persas (Dan 5, 26-28).

Frente a la contemplación de la passio Ecclesiæ a manos de Bergoglio y sus cómplices, podemos esperar y rezar para que quienes no creyeron ante la acción silenciosa del Bien puedan convertirse por la inquietante evidencia de lo que se opone a ella. Antes de que sea demasiado tarde.

 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

 9 de noviembre de 2023
Dia de la Dedicación de la Basílica del Santísimo Salvador

Traducción al español por José Arturo Quarracino

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