Attendite a falsis prophetis

Mgr. Carlo Maria Viganò

Attendite a falsis prophetis

Comunicado sobre el inicio del procedimiento penal extrajudicial por cisma
(Art. 2 SST; can. 1364 CIC)

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe me ha comunicado con un simple correo electrónico el inicio de un proceso penal extrajudicial contra mí, acusándome de haber incurrido en el delito de cisma y acusándome de negar la legitimidad del “Papa Francisco”, de haber todo la comunión “con Él” y de haber rechazado el Concilio Vaticano II. Me citan al Palacio del Santo Oficio el 20 de junio, en persona o representado por un abogado. Supongo que la condena también está preparada, dado el proceso extrajudicial.

Considero los cargos que se me imputan como un motivo de honor. Creo que la formulación misma de los cargos confirma las tesis que he afirmado una y más veces en mis intervenciones. No es casualidad que la acusación contra mí se refiera al cuestionamiento de la legitimidad de Jorge Mario Bergoglio y al rechazo del Vaticano II: el Concilio representa el cáncer ideológico, teológico, moral y litúrgico del que la “Iglesia sinodal” bergogliana es una metástasis necesaria.

Es necesario que el Episcopado, el Clero y el Pueblo de Dios se cuestionen seriamente si es coherente con la profesión de la Fe Católica asistir pasivamente a la destrucción sistemática de la Iglesia por parte de sus máximos dirigentes, quienes al igual que otros subversivos están destruyendo la sociedad civil. El globalismo pide la sustitución étnica: Bergoglio promueve la inmigración descontrolada y pide la integración de las culturas y de las religiones. El globalismo apoya la ideología LGBTQ+: Bergoglio autoriza la bendición de parejas del mismo sexo e impone a los fieles la aceptación del homosexualismo, mientras encubre los escándalos de sus protegidos y los promueve a los más altos cargos de responsabilidad. El globalismo impone la agenda verde: Bergoglio venera al ídolo de la Pachamama, escribe encíclicas delirantes sobre el medio ambiente, apoya la Agenda 2030 y ataca a quienes cuestionan la teoría del calentamiento global antrópico. Se sale de su rol en cuestiones estrictamente científicas, pero siempre y sólo en una dirección, la cual es diametralmente opuesta a lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Ha impuesto el uso de sueros génicos experimentales, que han causado gravísimos daños, muerte y esterilidad, calificándolos de “acto de amor”, a cambio de la financiación de industrias farmacéuticas y de las fundaciones filantrópicas. Su consenso total con la religión de Davos es escandaloso. Allí donde los gobiernos al servicio del Foro Económico Mundial han introducido o ampliado el aborto, promovido el vicio, legitimado las uniones homosexuales o la transición de género, incentivando la eutanasia y tolerado la persecución de los católicos, ni una palabra se ha gastado en defensa de la Fe o de la Moral amenazadas, en apoyo de las batallas civiles de tantos católicos abandonados por el Vaticano y por los obispos. Ni una palabra para los católicos perseguidos en China, instigados por la Santa Sede que considera más importantes los miles de millones de Pekín que la vida y la libertad de miles de chinos fieles a la Iglesia romana. En la “Iglesia sinodal” presidida por Bergoglio no se aprecia ningún cisma, ni por parte del episcopado alemán ni por parte de los obispos nombrados por el gobierno y consagrados en China sin mandato de Roma. Dado que su acción es coherente con la destrucción de la Iglesia, entonces se la oculta, minimiza, tolera y finalmente se la alienta. En estos once años de “pontificado” la Iglesia católica ha sido humillada y desacreditada principalmente a causa de los escándalos y de la corrupción de las altas esferas de la Jerarquía, totalmente ignorados mientras el autoritarismo vaticano más despiadado se ensañaba con Sacerdotes y Religiosos fieles, con pequeñas comunidades de Monjas tradicionales y con comunidades vinculadas a la Misa en latín.

Este celo unilateral recuerda al fanatismo de Cromwell, típico de quienes desafían a la Providencia en la presunción de saberse en última instancia en la cúspide de la pirámide jerárquica, libres de hacer y deshacer a su antojo sin que nadie les objete algo. Y esta obra de destrucción, esta voluntad de renunciar a la salvación de las almas en nombre de una paz humana que niega a Dios, no es un invento de Bergoglio, sino el objetivo principal (e inconfesable) de quienes han utilizado un Concilio para contradecir al Magisterio católico y empezar a demoler la Iglesia desde dentro, con pequeños pasos, pero siempre en una única dirección, siempre con la indulgente tolerancia, la culpable inacción o sino con la aprobación explícita de las Autoridades romanas. La Iglesia católica ha sido ocupada lenta pero inexorablemente, y Bergoglio ha recibido el encargo de convertirla en una agencia filantrópica, la “Iglesia de la humanidad, de la inclusión y del medio ambiente” al servicio del Nuevo Orden Mundial. Pero ésta no es la Iglesia Católica: es su falsificación.

La renuncia de Benedicto XVI y el nombramiento por parte de la mafia de San Galo de un sucesor en línea con los dictados de la Agenda 2030 tenía que permitir -y efectivamente permitió- que el golpe global se gestionara con la complicidad y la autoridad de la Iglesia de Roma. Bergoglio es para la Iglesia lo que otros líderes mundiales son para sus naciones: traidores, subversivos, liquidadores finales de la sociedad tradicional y seguros de impunidad. El vicio de consentimiento (vitium consensus) por parte de Bergoglio al aceptar la elección se basa precisamente en el evidente alejamiento de sus acciones de gobierno y de magisterio de lo que cualquier católico de cualquier tiempo espera del Vicario de Cristo y Sucesor del Príncipe de los Apóstoles. Todo lo que hace Bergoglio constituye una ofensa y una provocación a toda la Iglesia Católica, a sus Santos de todos los tiempos, a los Mártires asesinados in odium Fidei, a los Papas de todos los tiempos hasta el Concilio Vaticano II.

Esta es también y principalmente una ofensa a la Cabeza divina de la Iglesia, Nuestro Señor Jesucristo, cuya sagrada autoridad Bergoglio ejerce en perjuicio del Cuerpo Místico, con una actuación demasiado sistemática y coherente para parecer fruto de una mera incapacidad. En la obra de Bergoglio y su círculo se cumple la advertencia del Señor: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con apariencia de corderos, pero por dentro son lobos rapaces (Mt 7, 15). Con ellos me honro en no tener ni querer ninguna comunión eclesial: el suyo es un lobby, que disimula su complicidad con los amos del mundo para engañar a tantas almas e impedir toda resistencia a la instauración del Reino del Anticristo. 

Frente a las acusaciones del Dicasterio, afirmo, como Sucesor de los Apóstoles, estar en plena comunión con la Iglesia Católica Apostólica Romana, con el Magisterio de los Romanos Pontífices y con la ininterrumpida Tradición doctrinal, moral y litúrgica que ellos han conservado fielmente.

Repudio los errores neomodernistas inherentes al Concilio Vaticano II y al llamado “magisterio postconciliar”, particularmente en materia de colegialidad, de ecumenismo, de libertad religiosa, de laicidad del Estado y de liturgia.

Repudio, rechazo y condeno los escándalos, los errores y las herejías de Jorge Mario Bergoglio, quien manifiesta una gestión absolutamente tiránica del poder, ejercida en contra del fin que legitima la autoridad en la Iglesia: una autoridad que es vicaria de la de Cristo y que, como tal, debe obedecerle sólo a Él. Esta separación del Papado de su principio legitimador que es Cristo Pontífice transforma el ministerium en una tiranía autorreferencial.

Ningún católico digno de este nombre puede estar en comunión con esta “Iglesia bergogliana”, porque ella actúa en evidente discontinuidad y ruptura con todos los Papas de la historia y con la Iglesia de Cristo.

Hace cincuenta años, en ese mismo Palacio del Santo Oficio, el arzobispo Marcel Lefebvre fue convocado y acusado de cisma por haber rechazado el Vaticano II. Su defensa es la mía, sus palabras son las mías, son míos sus argumentos frente a los cuales las Autoridades romanas no pudieron condenarlo por herejía, teniendo que esperar a que consagrara obispos para tener el pretexto de declararlo cismático y revocarle su excomunión cuando ya estaba muerto. El esquema se repite también después de que diez lustros han demostrado la elección profética del arzobispo Lefebvre.

En estos tiempos de apostasía, los católicos encontrarán en los Pastores fieles al mandato recibido de Nuestro Señor un ejemplo y un estímulo para permanecer en la Verdad de Cristo.

Depositum custodi, según la exhortación del Apóstol: al acercarse el momento en que tendré que dar cuenta al Hijo de Dios de todas mis acciones, me propongo perseverar en el bonum certamen y no faltar al testimonio de Fe que se exige a quien, como Obispo, está dotado de la plenitud del Sacerdocio y constituido Sucesor de los Apóstoles.

Invito a todos los católicos a rezar para que el Señor venga al rescate de Su Iglesia e infunda valor a los que son perseguidos a causa de la Fe.

 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

 

 20 de junio de 2024
S.cti Silverii Papæ et Martyris
B.ti Dermitii O’Hurley, Episcopi et Martyris

© Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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