Vos estis lux mundi

Mons. Carlo Maria Viganò

Vos estis lux mundi

a los participantes en el Congreso Eucarístico tradicional
de Indianápolis

A continuación reproducimos la transcripción íntegra de la presentación exclusiva en vídeo ofrecida el 19 de julio de 2024 por el arzobispo Carlo Maria Viganò en el tradicional Congreso Eucarístico patrocinado por LifeSiteNews y celebrado en el VictoryField de Indianápolis.

Vos estis lux mundi.
Non potest civitas abscondi supra montem posita.

Mt 5:14

 

Queridos amigos, saludo a todos los que estáis aquí reunidos para honrar y adorar públicamente al Rey eucarístico. El mundo grita: “No tenemos más rey que el César”. Ustedes responden: “¡Cristo es el Rey!”. Y ustedes acompañan a este Rey divino por las calles para rendirle honores públicos, dando testimonio de vuestra fe y de vuestro amor al Señor. Una fe que queremos manifestar también en el amor y en la defensa de la Misa tradicional, corazón palpitante de la Santa Iglesia, contra la que están desatados los poderes infernales.

Hace unos días, el Sanedrín romano que se presenta como tribunal supremo de la Iglesia me declaró en cisma y excomulgado. Esta decisión autoritaria ha puesto de manifiesto una vez más la ajenidad de la iglesia bergogliana con la verdadera Iglesia de Cristo, cuya autoridad usurpa para destruirla intencionalmente. Son los falsos pastores contra los que nos pone en guardia el Señor. Pero las leyes de la Iglesia están hechas para el bien de las almas, no para que los mercenarios puedan abusar de ellas para dispersar el rebaño. Es por eso que todas las normas que impiden hacer el bien o fomentan hacer el mal carecen completamente de fuerza y valor, desde las inauditas restricciones que Bergoglio y la jerarquía oficial continúan imponiendo a la Misa Tridentina.

Les exhorto a no dejarse intimidar: la Misa es un derecho sancionado a perpetuidad por la bula Quo Primum Tempore del papa San Pío V, un derecho que nadie en la tierra puede legítimamente impedirles celebrar, especialmente cuando la única alternativa es asistir a un rito protestantizado y cada vez más adulterado que pone en peligro vuestra fe y les obliga a presenciar o incluso a participar en la profanación del Santísimo Sacramento.

Si los obispos les cierran las iglesias, ustedes levanten altares en vuestras casas, en las plazas, en los bosques, negándose a dar vuestra ofrenda a las diócesis y a las parroquias. Busquen sacerdotes fieles y creen comunidades que luchen contra la apostasía actual, como en tiempos de Cromwell. Consuélense y sosténgase mutuamente en el vínculo de la Caridad, alimentados por la Santísima Eucaristía y por la Palabra de Dios. Permanezcan unidos en Cristo, dentro de la Santa Madre Iglesia, para dar testimonio de la verdad que hoy es pisoteada.

Hace unos días recibí un mensaje de Mel Gibson, a quien todos ustedes conocen. Me escribió diciendo: “Estoy seguro de que Usted no esperaba otra cosa de Jorge Bergoglio. Sé que Usted sabe que no tiene autoridad alguna. Es realmente una insignia de honor ser rechazado por la falsa Iglesia postconciliar. Usted tiene mi acompañamiento por sufrir públicamente esta grave injusticia. Para mí y para muchos otros Usted es un héroe muy valiente. Bergoglio y sus secuaces tienen la vestimenta y los edificios, pero Usted tiene la fe”.

Mel tiene razón. Ellos tienen los ornamentos y las iglesias, pero nosotros tenemos la fe, como en tiempos de San Atanasio. Pero yo no soy un héroe: los héroes serán los obispos y los sacerdotes que abran los ojos luego de mi excomunión y adopten una postura.

Que vuestro compromiso como católicos no falle también en el ámbito civil. Si vuestros obispos no tienen el valor de condenar públicamente a los conocidos políticos autodenominados católicos que violan descaradamente los Mandamientos de Dios, ya sabéis que de ninguna manera se les puede apoyar ni obedecer. Denuncien la traición de los gobernantes y la ruptura del contrato social. Saquen a la luz el golpe que el Estado Profundo lleva a cabo en vuestro amado país con los mismos métodos con los que la Iglesia profunda está demoliendo la Iglesia, para que todo lo que hacen incluya a todos.

Si ustedes quieren que Nuestro Señor reine en la esfera pública, deben procurar que su Reino se consolide y se haga sólido, ante todo en vuestra esfera privada, en la vida cotidiana, especialmente en vuestras familias. 

El golpe de Estado global que arrastra al mundo y al cuerpo eclesial hacia la ruina de la apostasía y de la rebelión contra la majestad de Dios -contra el Señorío universal de Cristo Rey y Pontífice- cuenta con vuestro silencio y vuestra obediencia para lograr imponerse definitivamente. Si ustedes proclaman con sus vidas la Realeza de Cristo y denuncian el plan infernal contra Dios y contra el hombre, ustedes serán la sal de la tierra (Mt 5, 13) que da sabor, la levadura que fermenta la masa.

La Santa Iglesia es la civitas supra montem posita, la ciudad puesta sobre el monte: no puede ocultarse precisamente porque la Providencia ha querido que sea domina gentium, señora de los pueblos. Si hoy ella está oscurecida, es porque ha sido invadida por los enemigos con la complicidad de quienes deberían, en cambio, custodiarla y protegerla. Si ella es humillada ante las naciones, es porque quienes la gobiernan ya no obedecen a nuestro Señor, a quien ya no reconocen precisamente como Rey.

Pero ustedes, hijos de la Iglesia y patriotas americanos, deben seguir combatiendo vuestro buen combate, incluso y sobre todo cuando las autoridades civiles y religiosas son cómplices de la ruina común.

No se dejen desanimar, queridos hijos: ustedes son la sal de la tierra, ustedes son la luz del mundo. Déjense impregnar por la gracia de Cristo y háganse instrumentos dóciles en las sabias manos de Dios. Recen, recen por la santa Iglesia, asediada por enemigos  terribles y despiadados, para que el Señor la proteja y la custodie, y junto con ella, proteja y custodie a todos ustedes, sus hijos.

Que descienda sobre todos ustedes, queridos amigos, la bendición más abundante. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

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