
Obediens usque ad mortem

Obediens usque ad mortem
Meditación en el Viernes de Parasceve
in Passione et Morte Domini
Christus factus est pro nobis
obediens usque ad mortem, mortem autem crucis:
propter quod et Deus exaltavit illum,
et dedit illi nomen, quod est super omne nomen;
ut in nomine Jesu omne genu flectatur
cœlestium, terrestrium et infernorum:
et omnis lingua confiteatur,
quia Dominus Jesus Christus
in gloria est Dei Patris.
Y hallándose en la en la condición de hombre se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz.
Por eso Dios le exaltó y le dio el nombre que es sobre todo nombre,
para que toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra
se doble en el nombre de Jesús,
y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Flp 2, 8-11
Ecce lignum Crucis, in quo salus mundi pependit. Una antigua melodía acompaña, en tres tonalidades ascendentes, el descubrimiento de la Santa Cruz durante los ritos de Viernes Santo. Es un grito, una advertencia, una invitación a la conversión y a la penitencia: He aquí el madero de la cruz, del que estaba colgada la salvación del mundo. Pero el mundo no quiere la salvación de Cristo. No quiere la Cruz. No quiere reconocerse como pecador, en su loco orgullo de poder prescindir de Dios y de su santa Ley. Para el mundo no hay pecado, excepto en hacer el bien; no existe el vicio, excepto en la práctica de la virtud; no hay paraíso, excepto en la tierra y en venta para aquellos que pueden permitírselo; no existe el infierno, excepto para los rígidos y los indietristas. En este mundo al revés, en el que domina la tiranía masónica infernal, la soberanía no pertenece a Dios ni a sus vicarios temporales y espirituales, porque en las coronas de los Reyes y de los Papas se alza el odiado símbolo de la Redención, la Cruz en la que Jesucristo, Rey y Pontífice, ha recapitulado en sí mismo todas las cosas.
La espléndida antífona que cantamos durante el Triduo al final de las Horas canónicas nos recuerda con san Pablo que esta Redención se realizó en la obediencia: en la obediencia hasta la muerte y la muerte en la cruz. Pero también nos advierte que la obediencia de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad al Padre eterno merece que el Hijo sea exaltado, para que en su nombre se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua proclame que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre (Flp 2, 10-11).
Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles (1Cor 1, 23). Porque es en la auto-humillación y en la obediencia a la Voluntad divina que obtenemos la corona de la victoria. Y no hay Resurrección sin Pasión, no hay recompensa sin prueba, ni premio sin competencia. No olvidemos que la cruz es el destino de cada uno de nosotros y de toda la Iglesia. Como Cuerpo Místico, ella debe seguir al Maestro en la passio Ecclesiæ. Nosotros, como miembros vivos de la Iglesia, debemos hacer lo mismo en la abnegación cotidiana y en la sequela Christi.
Alter alterius onera portate (Ga 6, 2), nos exhorta san Pablo: cada uno de ustedes lleve las cargas del otro, y así cumplirán la ley de Cristo. Y es precisamente Nuestro Señor quien nos da el ejemplo: al haber llevado la Cruz que cada uno de nosotros habría merecido mil veces y al llevar nuestra cruz con nosotros, cuando quisiéramos ser nosotros los que la eligiéramos. Si nos engañáramos a nosotros mismos pensando que podríamos decidir cuál debería ser la cruz con la que merecemos el Cielo, pronto nos daríamos cuenta de que no somos capaces, con nuestras miserables fuerzas, de afrontar ni siquiera la más insignificante molestia, y ciertamente no las pruebas que podríamos esperar en estos tiempos turbulentos. Por el contrario, la cruz que el Señor ha elegido para nosotros, por muy pesada y difícil que sea de llevar, siempre verá al divino Cireneo a nuestro lado para ayudarnos con su Gracia.
Que la hora de las tinieblas que se acerca nos estimule a considerar las tribulaciones y pruebas que tendremos que enfrentar como un crisol, del cual saldrá purificado el oro de nuestra santidad y en el que se consumirán las manchas de nuestra miseria. Abracemos, pues, esta Santa Cruz, para que sea nuestro único punto de referencia, mientras el mundo se hunde bajo los escombros de sus engaños. Stat Crux, dum volvitur orbis. Que así sea.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
18 de abril de 2025
Feria VI in Parasceve