
La Iglesia, el Papado y el Cónclave

La Iglesia, el Papado y el Cónclave
Mi entrevista con Francesco Borgonovo
1. Excelencia, la primera pregunta es quizás la más difícil. ¿Uste sigue considerándose miembro de la Iglesia Católica?
Me considero miembro de pleno derecho de la Iglesia Católica, como Obispo y Sucesor de los Apóstoles. Un cismático es aquél que no reconoce la autoridad del Romano Pontífice: nunca he faltado a mi profesión de fe católica, y menos en lo que se refiere al primado petrino. Fui condenado y declarado culpable del delito canónico de cisma y excomulgado por un no crimen por un tribunal ilegítimo, bajo el mandato de un Papa ilegítimo.
Lo que yo condeno del Concilio Vaticano II, ya lo han condenado los Papas antes de la revolución conciliar. La usurpación del Trono por parte de Bergoglio que he denunciado sería considerada de la misma manera por todos ellos. Es la Iglesia conciliar, ahora rebautizada como sinodal y bergogliana, la que rechaza el Magisterio perenne de los Pontífices y se sitúa fuera de la Iglesia Católica.
Hemos asistido a un cambio de régimen, preparado desde el Concilio Vaticano II, para golpear el corazón del Papado y, en consecuencia, la constitución divina de la Iglesia que Cristo fundó sobre Pedro. Es la Revolución 2.0: después de eliminar la figura del Rey Católico, la masonería tenía que golpear la figura del Papa, Vicario de Cristo en la tierra. En ambos casos, el verdadero blanco de este odio satánico es siempre Nuestro Señor, en su doble rol de Rey de las Naciones y Pontífice de la Iglesia.
Con una mirada sobrenatural, podemos comprender cuánto disfruta Satanás al ver a la Iglesia humillada por sus propios ministros, al hacer condenar a buenos pastores por el “delito” de no negar la fe católica. Esta prueba tremenda está anunciada en las Escrituras: la Iglesia, el Cuerpo Místico, debe seguir a su Cabeza incluso en la Pasión, para después triunfar sobre la muerte, como Él. La passio Ecclesiæ consiste en enfrentar como cuerpo eclesial las injusticias, las calumnias, los juicios-farsa, los tormentos y la condena ignominiosa, por parte de un nuevo Sanedrín tan corrupto, infiel e ilegítimo como el que condenó a Nuestro Señor. Pero la Cruz es el camino real hacia la gloria de la Resurrección, y esta es una realidad ontológica que ninguna ideología puede arañar en lo más mínimo.
2. ¿Qué espera de este Cónclave?
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis que regula el Cónclave, confirmada por el Motu Proprio Normas nonnullas de Benedicto XVI, establece perentoriamente que el número de cardenales electores no debe exceder de 120 unidades, mientras que los cardenales electores que componen el inminente Cónclave son 136: nos enfrentamos, por tanto, a una gravísima violación que por sí sola bastaría para invalidar la legitimidad del Cónclave.
Además, un Colegio Cardenalicio compuesto por 108 “cardenales” creados por un jesuita que ha usurpado el Papado durante doce años no puede elegir válidamente a un Papa legítimo. A lo sumo, podrá designar a su propio representante, que renovará la usurpación de su antecesor que acaba de morir, y ver ratificado el fraude por un episcopado cómplice o cobarde.
Sin embargo, el experimento bergogliano ha puesto en evidencia la brecha que separa a los fieles y a muchos buenos sacerdotes de la Jerarquía, una grieta que refleja la que existe en el ámbito civil entre los ciudadanos y sus gobernantes. En ambos casos, la autoridad se ha mostrado en su verdadera índole autorreferencial y tiránica, y esto tal vez lleve a una desaceleración en la carrera hacia el abismo, con la elección de un Papa moderadamente conservador. Se tratará, por tanto, de suministrar un cuidado paliativo para contener los efectos devastadores de la enfermedad que afecta a la Iglesia Católica, más que de una terapia radical que elimine sus causas.
3. ¿Cuál es el perfil de su Pontífice ideal, si podemos hacer este ejercicio de imaginación?
El de Pío XII, el Papa de mi infancia. El de un Papa que sabe levantar y dar un impulso sobrenatural a un pueblo postrado ya no por la destrucción material de la Segunda Guerra Mundial, sino por la destrucción moral de la ideología woke y del nihilismo hedonista, por las ruinas de la cultura infernal del globalismo. Un Papa en cuyas palabras las ovejas reconocen la voz del divino Pastor, en cuyos gestos ven a Cristo Pontífice, por cuya dignidad y sacralidad son edificadas. Un Papa que restituya a la Iglesia Católica el honor al que tiene derecho, y al que Bergoglio ha humillado sistemáticamente y desacreditado deliberadamente. Me gustaría un Papa que una la proclamación integral de las verdades católicas con el celo por la salvación de las almas. Un Papa que hable como un Papa, que actúe como un Papa y que se vista como Papa. Un Papa que sea Papa, sin inventos, sin innovaciones, sin demagogias y sin falsas humildades. Un Papa que se deje guiar por el Espíritu Santo y vuelva a la Tradición, y no sea un títere del Foro Económico Mundial en busca de la aprobación del mundo.
4. Ha muerto el ex cardenal McCarrick, contra el que Usted había luchado tanto. Hay, sin embargo, otros cardenales que pertenecen a las “corrientes” a los que Usted ha combatido. ¿Considera perdida su batalla dentro de la Iglesia?
Mi batalla contra la corrupción desenfrenada en el Vaticano comenzó mucho antes de 2018. Desde mi nombramiento en 1998 como Delegado para las Representaciones Pontificias en la Secretaría de Estado he luchado denodadamente para impedir nombramientos y promociones al episcopado de candidatos corruptos e indignos. Esto me valió el traslado a la Gobernación, donde enfrenté gravísimas disfunciones financieras: una vez más fui destituido y transferido a Washington.
Mis denuncias, incluida la de los crímenes y horribles vicios del cardenal McCarrick –que yo había anticipado a los superiores de la Secretaría de Estado desde 2006 y posteriormente, en persona, al mismo Bergoglio en junio de 2013– nunca han sido desmentidas. Todo lo que denuncié resultó ser cierto.
¿Pero qué es lo que desencadenó su furia? Es el hecho de haber sacado a la luz el vínculo entre la corrupción moral y la desviación doctrinal; de haber mostrado cómo la propaganda de Bergoglio a favor del fraude psico pandémico y del pacto verde respondía a un único guión bajo una misma dirección. Fui uno de los primeros en denunciar el Gran Reinicio y en desenmascarar la complicidad entre el Estado profundo y la Iglesia profunda en el golpe globalista que hemos presenciado en los últimos años, y en el que la responsabilidad de Bergoglio es inmensa.
Junto a los escándalos que denuncié, mostré la red de chantajes y complicidades de esta “Iglesia paralela” que llamo precisamente la Iglesia profunda, basada en los mismos vicios repugnantes que permiten al Estado profundo chantajear a políticos, funcionarios gubernamentales, personalidades institucionales, personajes públicas, periodistas, médicos, actores…
Siguió una persecución contra mí, hasta la excomunión, pronunciada por un pornógrafo hereje, Tucho Fernández, designado por Bergoglio para demoler el ex Santo Oficio.
La cadena de suministro de McCarrick -con los cardenales Farrell, Cupich, McElroy, Wuerl, Gregory, Tobin y muchos otros- ha sido promovida a puestos clave en el Vaticano y a la cúpula de la Iglesia católica estadounidense, que mantiene relaciones muy estrechas con el Partido Demócrata, del cual apoyan las políticas woke e inmigracionista a las que el presidente Trump intenta oponerse. Los miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses con los que USAID ha financiado la constelación de organizaciones “católicas” sin fines de lucro para alimentar el negocio de la inmigración ilegal son la prueba de la dependencia financiera de la Iglesia estadounidense respecto al Estado profundo.
Con la Sede Vacante, el poder está ahora en manos de dos personajes hiper corruptos: el Sustituto de la Secretaría de Estado, Edgard Peña Parra –cuyos crímenes he denunciado abundantemente– y el Cardenal camarlengo Kevin Farrell.
Este último proviene de los Legionarios de Cristo, la congregación religiosa que estuvo en el centro de un gravísimo escándalo relacionado con los abusos sexuales y crímenes de su fundador, el padre Marcial Maciel. Farrell era el encargado de administrar sus enormes recursos financieros, y por supuesto no se percató de las aberrantes desviaciones de Maciel… También por esta razón prefirió ocultar esta parte oscura de su currículo con los Legionarios de Cristo, y precisamente por estos “méritos” y por su contigüidad con Maciel Farrell fue elegido por McCarrick como su estrecho colaborador. Lo nombró su auxiliar en Washington, donde vivió durante seis años en el mismo apartamento que el entonces arzobispo. Tampoco entonces no se dio cuenta de nada… McCarrick le confió la administración financiera de la Fundación Papal fundada en 1988, cuando el Vaticano salía con los huesos rotos por el caso Marcinkus y por el escándalo del Banco Ambrosiano. Después de sólo dos años, en 1990, la Fundación Papal recaudó 215 millones de dólares: una cantidad considerable para las desastrosas cuentas de la Santa Sede, para comprar silencios y solicitar promociones.
Esta capacidad de McCarrick para recaudar fondos le valió la intocabilidad por parte del Vaticano, desde la época de Juan Pablo II. En 2007, Farrell fue ascendido a la sede de Dallas; en 2016 fue trasladado a Roma, como prefecto del súper Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; en 2019 fue nombrado Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, a pesar de su notoria adicción al alcohol. Farrell conoce a todos los cómplices de los crímenes de McCarrick y puede manipular al Cónclave a través de chantajes o promesas. Su absoluta indignidad y el escándalo que representa, especialmente para las víctimas de McCarrick y para los católicos estadounidenses, deben ser denunciados para inducirlo a renunciar a sus prerrogativas como Camarlengo y como elector del Cónclave, siguiendo el ejemplo del Cardenal de Edimburgo, Keith O’Brien, quien después de denunciar su indignidad se retiró espontáneamente del Cónclave de 2013.
5. Hay quienes sostienen que Bergoglio en la realidad, más allá de las declaraciones en los medios de comunicación, no ha cambiado profundamente la doctrina. ¿Qué piensa Usted de ello?
La sobreexposición mediática de Bergoglio ha hecho demasiado explícita la duplicidad del jesuita argentino, diría su estrategia de engaño. Nadie supo nunca lo que pasaba por su cabeza, o si lo que decía correspondía a lo que realmente pensaba. Bergoglio siempre se ha servido de las personas, sin ningún escrúpulo moral, promoviendo a los corruptos y quitando del medio a los que le estorbaban en sus intenciones, enfureciendo con una malicia sin precedentes contra los que no eran de su agrado (pienso aquí en un excelente empleado de la Gobernación, Eugenio Hasler, hijo del ex Mayor de la Guardia Suiza, destruido por Bergoglio en 2017).
Bergoglio no necesitó cambiar la doctrina: logró hacerla irrelevante e insignificante, frente a una inclusividad líquida sin dogmas y sin ideales. Nunca quiso actuar como Papa, pero se aseguró de que después de él ningún Papa pudiera obtener de los católicos esa obediencia que él hizo odiosa, porque era extorsionada para consentir herejías y desviaciones morales.
Ha hecho todo lo posible para que ningún Papa que salga del próximo Cónclave pueda cuestionar su papado, al que quiso connotar como intrínsecamente suyo, de su propiedad, de su invención, con sus ritos, sus ceremonias, sus vestiduras y sus Dignatarios. Pero esto demuestra que el “papado” asumido por Bergoglio en 2013 no era el papado romano, y que por lo tanto no fue realmente Papa.
6. Desde que Usted fue excomulgado, ¿ha tenido contacto con otros cardenales o con altos representantes de la jerarquía vaticana? ¿Piensa que sus posiciones son más compartidas de lo que parecen?
He podido apreciar la cercanía espiritual y el apoyo moral de muchísimos fieles de todo el mundo y de muchos sacerdotes, de ningún cardenal y sólo la simpatía de algunos obispos.
No creo que entre mis hermanos en el episcopado haya nadie que tenga el coraje de afirmar claramente que el Concilio Vaticano II fue un acto subversivo llevado a cabo por emisarios de la Masonería, infiltrados en la Iglesia, con el objetivo de destruirla desde dentro y esclavizarla a los planes del Nuevo Orden Mundial. Tampoco creo que los que están al tanto del fraude de Bergoglio quieran comprometer su posición cuestionando su legitimidad como Papa.
7. ¿Existe por su parte la posibilidad de algún tipo de acercamiento con el Vaticano?
Nunca me he distanciado de ella, de la misma manera que nunca me he separado de la Iglesia Católica. El mismo día de mi septuagésimo quinto cumpleaños, todavía en Washington como Nuncio Apostólico, Bergoglio ordenó mi expulsión del apartamento en el Vaticano, que Juan Pablo II había dispuesto que me beneficiara de él de por vida, así como mi exclusión de la “Casa San Benedetto” en Roma destinada a la recepción de Nuncios jubilados. No satisfecho con haberme excomulgado, Bergoglio ha revocó mi ciudadanía y mi pasaporte vaticano, mi licencia de conducir y con ella la posibilidad de moverme de manera independiente. No me fue por mi propia voluntad, pero reconozco que este ostracismo forzado me permitió hablar y actuar libremente, lo cual no es posible para todos. Al castigarme de esta manera, Bergoglio también ha dado una señal a los demás funcionarios de la Curia, sobre el destino que les espera a quienes se atreven a criticar al Líder Máximo. En muchas ocasiones he podido recoger testimonios de aprecio y respeto de mis ex colaboradores laicos; y el mismo secretario de Estado, Pietro Parolin, no ha podido menos de elogiarme por mi ejemplar servicio a la Santa Sede. Si bien agregó que “no entiende lo que me pasó después”…
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
29 de abril de 2025
S.cti Petri Martyris
Traducción al español por: José Arturo Quarracino